El mundo cambia, pero Ecuador no avanza en comunicación gubernamental. En 399 palabras.

En los diálogos y debates que propone el Gobierno Nacional en universidades, radios y televisiones públicas y privadas, el oficialismo busca la difusión y aceptación de su modelo de gestión política y económica, transmitiendo entre otras cosas un mensaje implícito que siguiere -con disminuida razón- que el Ecuador camina mejor que nunca con ellos en el poder, pero sin ellos gobernando el país no tendría ninguna oportunidad de progreso además de sucederse un devastador retroceso en materia de logros sociales y económicos. Durante estos auto-convocados espacios de «apertura», el oficialismo aprovecha dibujando  en el imaginario colectivo, hasta la saciedad, «la larga y triste noche neo-liberal» a la cual se arrogan haber reemplazado de forma fantástica por un socialismo moderno que apunta hacia el «modelo del buen vivir». Reclaman no caer nunca en un «alzheimer político» que según Fander Falconí (pretendido apartidário intelectual de la FLACSO) le llevaría al país en resumidas cuentas hacia la «temible restauración conservadora».

Estas tácticas de sembrar miedo e incertidumbre para cosechar dependencia y conformismo del pueblo hacia un gobierno, son algo repetitivo a lo largo de la historia alrededor del mundo, particularmente en los autoritarismos y dictaduras de izquierda, siendo los mortíferos e impunes marxismo ruso y maoísmo chino los más comunes ejemplos miedocráticos, donde la confrontación y división de esa ficción política que es el pueblo le reditúa al poder aun más poder.

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Desde el Estado se ha de saber comunicar correctamente, dando lugar a devoluciones críticas y divergentes.

Que el mismo gobierno tenga que ser el que convoque a la sociedad civil a ese tipo de convocatorios habla explícitamente de un problema importante en la dinámica del libre ejercicio de prensa en el país. Es muestra de que el canal de comunicación entre el Estado y los mandantes es solo unidireccional. Es que en un país como el Ecuador no es adecuado que dos de los cinco principales canales de televisión abierta sean públicos y se usen para alimentar a la maquinaria propagandística de un gobierno que de ser sensato habría devuelto a la esfera privada estos medios incautados con argumentos procedimentales, sin embargo la perspectiva que da el tiempo delata que el fin único de las confiscaciones no era otro que el de una apropiación pura.

El Gobierno no satisfecho con dos canales ajenos en su poder, utiliza al canal -originalmente público- Ecuador TV para sus intereses partidarios, algo no solamente ilegítimo si no irrespetuoso con el contribuyente ecuatoriano, que sin ser tomado en cuenta financia la promoción y propaganda de Correa, al margen de la correcta diligencia que tendría un canal público, autónomo, apartidário y despolitizado. Tampoco es democráticamente constructivo el que Correa gaste fondos públicos para organizar sus monólogos sabatinos, con la consigna de «cercanía con el pueblo». Un gobierno debe ser accesible, no cercano, porque entorpece el libre desenvolvimiento del ámbito privado.

En Comunicación gubernamental, la accesibilidad de un gobierno se mide en función de la información que desprenda a cerca de su organización y gestión en conformidad con alguna norma de transparencia institucional, para lo cual se precisa de recursos humanos e infraestructuras digitales, las cuales han de ser publicas y privadas con el fin de racionalizar y democratizar la información que ofrezca el Gobierno en rueda de prensa o en conversatorios, debates, etc. Donde la comunicación fluya de forma bidireccional (como dialogo, no monologo sabatino), mediante preguntas de periodistas de medios de titularidad mixta en el caso de conferencias de prensa o intercambio de opinión e ideas de  expertos oficialistas, opositores  e independientes en foros, tertulias, con el fin de que la crítica hacia un gobierno se entienda de manera natural y consustancial a una democracia fuerte no autoritaria.

En este sentido lo más parecido a un debate (donde se respeten códigos de estilo) que ha realizado el Gobierno es aquel desordenado griterío del 28 de octubre al cual llamaron «Ecuador debate», transmitido en dos televisiones confiscadas y una tercera pública mangoneada; donde a pesar de todo el caos el único que mandaba a callar al propio moderador era el mismo Presidente de la República.


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