Ecuador, educación pública. En 11 000 palabras.

Dentro de este contexto, Rouseau, citado por Dulo  G. el respeto es un valor que esta unido a la persona y a su identidad, es decir a su singularidad, este valor abarca todas las esferas de la vida, en primer lugar se habla del auto-respeto el cual de manifiesta aceptando las condiciones en que se desenvuelve en la comunidad. De hecho, Kant  uno de los filósofos que mayor influencia ha ejercido sobre el concepto
de respeto en el mundo de la academia, sostiene que los seres humanos
deben ser respetados, por que son un fin en si mismo, al ser un fin en si
mismo poseen un valor absoluto, por este motivo es que los seres humanos
tenemos este valor tan especial.
En este sentido, todo ser humano sin distinción de raza o color debe
ser respetado en todas sus etapas donde interactúan los miembros de
escuela, familia y comunidad, ya que el respeto interactúa directamente con
la dignidad.

El objetivo último de la Educación Pública consiste básicamente en enseñar a cada persona, una a una, a que entienda, desee, sienta y actúe como lo que es, como un ser humano inmerso en una sociedad con la que tiene que convivir. Mediante ella enseñamos a los niños a pensar, reflexionar y sentir sobre qué proyectos de vida les harán felices y les serán realmente humanizadores. Esta “humanización” incluye contenidos disciplinares, sobre todo a conseguir  acrecentar la solidaridad y el diálogo, el respeto a las personas y a la naturaleza, de manera que todos nos sintamos a gusto, y por ende, más felices. Por ello la importancia capital de ofrecer desde las instituciones educativas Públicas los conocimientos, procedimientos y actitudes que hagan posible la construcción de criterios morales basados en la razón y en el diálogo. Reivindico que todos estos contenidos se deben iniciar ya con los más pequeños, es decir, en la Educación Infantil.

Los pilares que sustentan esta pregunta están en la educación en valores. El problema vital-inicial a resolver en cualquier país, es el de la Educación Moral. Una Educación Moral que oriente sin obligar ni adoctrinar, una moral abierta. Con ella se ha de transmitir orientaciones y guías que generan libertad, ayudan a tomar responsablemente las riendas de la vida. Este es el gran reto al que nos enfrentamos en la actualidad todas las personas que nos sentimos responsablemente comprometidas en la puesta en marcha de este proceso dinámico de humanización personal y social. Los valores que conforman este proyecto educativo son los valores básicos que impregnan y sustentan la buena convivencia en el aula con el gran deseo de transferencia fuera de ella: tolerancia, cooperación, solidaridad, diversidad, justicia, igualdad, libertad y paz, resultan muy abstractos para llegar a su conceptualización sobre todo en este nivel educativo.

Considerar el ambiente como recurso esencial a la hora de planificar la labor educativa es de vital importancia, ya que el medio influye en la conducta de diferentes formas: invita a determinadas acciones, facilita determinadas actitudes y condiciona determinado tipo de relación e intercambio. La estructura y los elementos que lo configuran comunican un mensaje, hablan a los niños, son un medio transmisor; por lo tanto se puede entender como una prolongación de la acción del educador, como un reflejo de su concepción educativa. La organización y disposición de los materiales tanto en el Centro como en el aula ha de ser coherente con los Valores que potenciamos, y tiene que permitir desarrollarlos plenamente. Lo primero que tiene que hacer la Escuela y concretamente la maestra, es constituirse ellas mismas en un mundo de justicia, de armonía, de igualdad, de respeto y tolerancia. Difícilmente puede educarse a los alumnos en los valores en el marco de una institución que no los practica. Pensamos, por tanto, en un ambiente vitalizante tanto desde un punto de vista físico como psíquico. Un ambiente físico ideal es el que aparece a primera vista, logrado con una buena, útil y estética distribución, orden y limpieza. Un ambiente psíquico ideal es el que se percibe y se siente, el conseguido con una buena y sincera comunicación, impregnada de respeto, cariño, ilusión, amor y ternura.

La Educación Moral es un hecho tan absorbente que no se libra de él ningún momento didáctico. La moral impregna la vida cotidiana en la que la diversidad de situaciones que se presentan son susceptibles de ser resueltas de formas distintas. Nosotros, desde el primer año de su vida en el aula, establecemos unas pautas comunicativas que favorezcan la discusión y el diálogo en el aula, tanto en situaciones “normales” de la vida cotidiana como en las referidas a contenidos morales. Entre las muchas formas de entender la secuencia de momentos que se dan en el aula de Educación Infantil, podemos distinguir aquellos que están establecidos como rutinas diarias (momento de entrada, asamblea, frase-noticia, rincones, momentos de compartir, etc.) y los que podemos llamar acontecimientos esporádicos (los cumpleaños, visitas de dos bebés, compras al supermercado, desayuno en clase, etc.). Además, cualquier situación conflictiva que surja en la clase o que en ella revierta, es momento propicio para la resolución de conflictos. Las estrategias que empleamos para cada uno de ellos varían según las circunstancias, aunque todas ellas tiene un horizonte común: fomentar y desarrollar hábitos, conductas y actitudes positivas hacia los distintos valores. Muy importante para  fines es la estrecha interrelación con las familias. Unificamos criterios y ellas nos proporcionan información sobre las actitudes y comportamiento de sus hijos referido a los distintos valores. Simultaneando este tipo de estrategias con otro tipo de actividades (unas planificadas y otras espontáneas), intentamos conseguir un alto grado de expresión, comprensión, respeto a los demás, de cooperación, escucha, participación activa, autonomía, etc. Cuando hablamos de una autonomía, nos referimos a una autonomía abierta, en la que el niño por sí mismo pueda pensar, juzgar y decidir por sí mismo, sin dejarse llevar por la opinión o dictados de los demás. Progresivamente los niños van consiguiendo una capacidad argumentativa importante, a la vez que su pensamiento reflexivo, crítico y creativo se desarrolla, sin olvidar la empatía para percibir, comprender, respetar y ayudar en situaciones sentimentales-afectivas de ellos mismos y de los demás. Para que el desarrollo de la autonomía moral tenga sus frutos, es necesaria la consideración de los otros. El respeto a la dignidad de la otra persona posibilita descubrir y alcanzar en plenitud el ideal tan preciado de autonomía. En definitiva, como diría CORTINA A., “autonomía”, no significa hacer lo que nos venga en gana, sino optar por aquellos valores que humanizan, que nos hacen personas y no por otra cosa.

Partimos, por tanto, de que la comunicación y el diálogo conforman los cimientos de la educación en valores. Esta actitud dialógica preside e impregna toda la intervención educativa. A través de ella, reflexionamos, establecemos hipótesis, ofrecemos razones y alternativas, las valoramos, solicitamos aclaraciones, explicaciones con razones sólidas, criticamos y aceptamos críticas, mostramos incoherencias, esclarecemos, nos autorregularnos, etc. Estas y otras muchas evaluarlos y mejorarlos. Es preciso por tanto, en principio, promover y potenciar actitudes y conductas, que tengan fácil contextualización dentro de la vivencia cotidiana de los niños en el aula, de forma que esta actividad cotidiana les permita manifestar comportamientos en esta dirección. En síntesis, intentamos fomentar una Educación Moral que va más allá de la comprensión y la conciencia moral. Pretendemos además la implicación directa en la resolución de problemas reales, lo que supone que los niños se impliquen en procesos racionales de investigación, en procesos de deliberación moral, de toma de decisiones y acciones responsables. Los tipos de contenidos en estrecha interacción y complementariedad para alcanzar esta finalidad, han de conciliar lo individual, como respuesta a los intereses y necesidades particulares y por otro, lo social, en tanto en cuanto contemplen los contenidos considerados valiosos por la comunidad universal, por toda la humanidad independientemente de razas, culturas, ideologías, etc.

Aunque ya hemos hecho referencia a lo largo de todo el trabajo, la educación en valores no se entiende referida exclusivamente al ser individual sino en estrecha e inseparable unión con la sociedad. Relaciona íntimamente la dimensión personal con la social. Ambas interaccionan y se complementan y sólo unidas alcanzan los propósitos deseables. Es preciso recordar que la educación empieza por sentirse miembro de comunidades diversas: familiar, religiosa y étnica entre otras, pero también miembro de una comunidad política, en la que el niño y la niña han de sentirse acogidos y protegidos desde el comienzo su vida. Desde las primeras etapas de su desarrollo, necesita forjarse una identidad desde los grupos a los que pertenece. Éstos le van proporcionando esos vínculos de pertenencia que conforman una necesidad psicológica intrínseca. Pero también la sociedad debe hacer sentir al niño que, además de pertenecer a una familia, a una cultura, etc. es miembro también de una nación, que espera de él que participe activamente como ciudadano. De estas premisas, anteriormente citadas, se desprende que una de las primeras tareas de la Educación Moral, será formar a los niños y las niñas como personas e interesarles progresivamente en los valores de la ciudadanía. Sin embargo, ambas cosas no pueden hacerse por separado, porque las personas, para convertirse en tales, necesitan unas señas de identidad, que surgen de las distintas formas de pertenencia a la sociedad. Para concluir, queremos finalizar con una cita de PAYÁ, M., que sintetiza muy bien el sentir en el trabajo que les ofrecemos: Si buscamos algún punto en común entre los distintos paradigmas de educación moral, quizás podamos decir que todas la entienden como una tarea de enseñar a vivir en relación a personas que tiene necesidades, puntos de vista y ansias de felicidad distintas. Se trata de enseñar a vivir juntos, y de hacerlo en el seno de una comunidad que ha de ser viable en su conjunto y convivencial para todos los que la forman.

1.- La importancia esencial de la Educación Primaria en todo el desarrollo educativo estriba en que es el paso imprescindible entre las bases establecidas en la Educación Infantil de forma casi exclusivamente vivencial y la Educación Secundaria en la que se estructurará conceptualmente incluso las plena personalidad de las alumnas y los alumnos; es como si dijéramos la puerta que cierra el primer contacto con el mundo educativo y nos abre al último estadio antes de colocarnos ante el mundo Universitario. No obstante, y a pesar de que no existe un paso brusco ni en las capacidades cognitivas ni en el desarrollo emocional de los alumnos cuando se incorporan de Infantil a Primaria, sin embargo, sí hay un tratamiento pedagógico y didáctico, por lo general bastante diferenciado, entre las dos etapas que puede influir negativamente en la creación de la autoestima personal, en la adquisición de valores y en definitiva en el desarrollo de la personalidad del niño y de la niña. Por ello defendemos que la educación Primaria debe dar continuidad al proceso iniciado en la Etapa de Infantil, desarrollando las capacidades de razonamiento lógico, artísticas, crítica, moral, socioemocional, etc.

2.- Pedagógicamente es evidente que, en esta etapa educativa, interesa más el cómo enseñar que el qué, por lo que. Consideramos que, al no haber especialista de esta materia o área en la etapa, deberemos facilitar en todo lo posible el desarrollo de la misma del modo más adecuado tanto a los estudiantes, como al profesor- cuaderno del tutor-. .- Como sólo se contará con una hora semanal, o a caso, en algunas circunstancias dos, el programa debe ser corto y preciso pero, a la vez, abierto y flexible. Es decir, debe tener presente, como horizonte y referente constante, los valores esenciales de toda democracia y fijarse en ellos; pero, a la vez, estar atentos al acontecer diario y trasladar lo más significativo del día a la reflexión del aula. .- En cada tema, estudio, apartado – como quiera designarse, ya que no es un programa como tal-, se comenzará por un juego, una lectura de la noticia diaria, una ficha o una simulación acerca de alguno de los valores a destacar. Inicialmente el profesor es el que, con preguntas más que con respuestas, abrirá el debate o remarcará aspectos a considerar. .- Cuando se hayan desarrollado un par de unidades serán los propios alumnos los que sustituyan al profesor y éste debe propiciar dicho cambio.

3.- Consecuentemente estimamos que en esta etapa esencial en el desarrollo educativo, es imprescindible la coordinación entre todos los agentes que intervienen en el proceso educativo: .- La familia, como institución esencial para la transmisión de valores y participación real y activa en la educación.  La escuela y el profesorado, en permanente esfuerzo y renovación pedagógica. El Ministerio de Educación y Ciencia, Comunidades Autónomas y los Municipios, como promotores y vigilantes de los principios democráticos y los valores de convivencia.

De acuerdo con la propuesta anterior de facilitar en lo posible la docencia de la Educación para la Ciudadanía a los maestros y maestras no especialistas en la materia, entre otros puntos, por que no existen como tales en esta etapa, proponemos una especie de cuaderno, de entre otros muchas existes. Hay varios modos de estructurar el cuaderno de clase: bien un cuadernillo para cada unidad, tema o tarea; o bien, un único cuaderno para toda la materia. El planteamiento debe ser semejante aunque conlleva marcadas diferencias: De elaborarse un cuaderno para cada unidad, tarea o tema, la estructura del mismo debe ser idéntica en todos ellos y estar ya marcadas desde el inicio del curso para que los alumnos y alumnas aprendan con orden, precisión, desarrollo y para que puedan evaluarse con objetividad manifiesta. Esto complicaría la adaptabilidad y la flexibilidad que se intenta que sea uno de los Valores adquiridos al final de la etapa. Por lo que, en principio, no somos demasiado partidarios de este método. El contar con un único cuaderno para todo al año, a su vez, se puede plantear de modo cerrado, con lo que caeríamos en el déficit anterior, o más bien con una estructura abierta, sin concretar nada y a desarrollar en el tiempo, de acuerdo con planteamientos mensuales acordados entre el profesor y los alumnos, en simetría con los ya desarrollado y con los acontecimientos que se estén viviendo. Esto posibilitaría que el alumnado aprenda que tanto los temas ya estructurados, como los acontecimientos en los que ellos mismos participan, pueden estructurarse de modo semejante: analizarse, repensarse, sintetizarse y concluir razonadamente y por acuerdo si es posible.

El sistema educativo finlandés se divide en tres partes: la educación básica, el ciclo secundario y la educación superior. A los niños se les imparte educación preescolar el año previo al comienzo de la escolaridad obligatoria. La educación básica, común para todos y de carácter formativo general, dura nueve años. El ciclo secundario consiste en una educación general o de formación profesional. La educación de tercer ciclo se imparte en las escuelas superiores y las universidades. En todos los ciclos educativos se ofrece educación de adultos. En el desarrollo de las titulaciones y dela oferta de estudios se fomenta la convalidación delas competencias adquiridas de distintas maneras y se añaden elementos formativos adecuados a las necesidades de la vida laboral y de la población adulta. Además una vasta oferta de módulos de educación no formal brinda a la población adulta amplias oportunidades de incrementar su cultura general o sus destrezas a modo de pasa tiempo en cursos que desarrollan sus competencias y su inserción social. La educación preescolar, la básica y la de segundo ciclo junto con la educación infantil y las actividades matutinas y vespertinas antes y después de la escuela trazan un sendero de aprendizaje que apoya el crecimiento, el desarrollo y el bienestar del niño. Los ciclos básico y preescolar preparan para una prendizaje permanente .

Los valores para Rodrigo ,son características morales que
toda persona debe poseer, tales como la humildad, la piedad y el respeto
como conjunto de ejemplos que la sociedad establece para las personas en
la relación social, son guías de la vida que permiten referirnos a una
enseñanza constante y funciones sociales que aseguran la convivencia y el
respeto mutuo, así pues que, la comunidad debe implantar valores de
respeto entre los ciudadanos y ciudadanas que la integran para que de ese
modo haya convivencia armónica en el accionar diario.
Dentro de este contexto, cuando se habla de valores se hace
referencia a guía de vida que marca todo lo que las personas en comunidad
hacen para asegurar la convivencia por medio del respeto mutuo. Es decir
que toda sociedad debe seguir las normativas, y costumbres sanas que
rigen o dirigen su comportamiento dentro de la familia y la comunidad al
respecto, en el Concejo moral republicano ,manifiesta que para
muchos, educar en ciudadanía puede parecer una gran aspiración o sueño
casi imposible, pero en la misma obra se continua diciéndome que es posible
que los venezolanos conozcan y lleven a la practica la formación y rescate
de los valores para que sea personas solidarias, responsables, justas,
respetuosa y tolerantes, que promueven el vivir a plenitud de acuerdo al país
que queremos y a pensar en la nación que le dejamos a los hijos.
Debe señalarse que al respecto Delors, hace referencia al
ser, conocer, saber hacer y al convivir, como los pilares de la educación, lo
cual indica que dentro de la educación básica se resaltan estas aspiraciones,
que en lo referente al convivir, lleva implícito el respeto de si mismo y hacia
los demás como forma de compartir comunitariamente. En este marco, para
el Nuevo diseño curricular del sistema educativo bolivariano (2007-,34).El
nuevo pilar que sustenta la formación del nuevo republicano y republicana,
es aprender a convivir y participar, este encuentra su sustento filosófico
inicialmente en el planteamiento de Freire (2002-86) “El hombre no podrá
ejercer su desarrollo a la participación a menos que halla salido de la
calamitosa situación en que las desigualdades del sub-desarrollo le ha
sometido”.
Es importante destacar que los valores los van adquiriendo las
personasen el transcurso de sus vidas, cambian a los largo de la historia y
cada cultura tiene los propio, el ser humano no siempre conserva los mismos
valores toda la vida, pues de acuerdo con las etapas d
ejemplo, de allí la importancia que la persona que educa debe educar no
solo la materia que dicta sino también educar en valores, como lo reseña
Pérez Es clarín en su obras.

Dentro de este contexto, Rouseau, citado por Parra el
respeto es un valor que esta unido a la persona y a su identidad, es decir a
su singularidad, este valor abarca todas las esferas de la vida, en primer
lugar se habla del auto-respeto el cual de manifiesta aceptando las
condiciones en que se desenvuelve en la comunidad. De hecho, Kant  uno de los filósofos que mayor influencia ha ejercido sobre el concepto
de respeto en el mundo de la academia, sostiene que los seres humanos
deben ser respetados, por que son un fin en si mismo, al ser un fin en si
mismo poseen un valor absoluto, por este motivo es que los seres humanos
tenemos este valor tan especial, llamado la dignidad.
En este sentido, todo ser humano sin distinción de raza o color debe
ser respetado en todas sus etapas donde interactúan los miembros de
escuela, familia y comunidad, ya que el respeto interactúa directamente con
la dignidad.
Bajo esta perspectiva, el respeto logra mantener convivencia sana
con las demás personas, también tiene que ver con la autoridad, como
sucede con los hijos y sus padres o los educandos con sus docentes. El
respeto ayuda a tener amigos ya que si tu te respetas, a ti te respetaran.
Valor moral que faculta al hombre, para el reconocimiento aprecio y
valoración de las cualidades de los demás y sus derechos, ya sea por su
conocimiento, experiencias o valor como persona. Dentro de esta
perspectiva, Gispet expresa que: el niño vive rodeado de
personas: familia, vecinos, compañeros, conocidos y dentro de esa red de
relaciones heterogéneas atribuye a algunos la condición de amigos, la atribución es accidental, responde a circunstancia de familiaridad, frecuencia
en el trato, simpatía, coincidencia en el juego. El hecho de compartir y
cooperar añade intencionabilidad a la relación y lleva a la superación de las
fases.
Por otra parte, González Arbeláez dice que, la convivencia
escolar tiene dos objetivos pedagógicos de igual importancia, crear un clima
de trabajo que posibilite un mayor rendimiento instructivo y socializar las
conductas de los alumnos de tal forma que su relación y visión ante las
estructuras del centro de aprendizaje sea el modelo de funcionamiento
democrático de la sociedad en la que poco a poco se va insertando.

El desarrollo motor del niño de los 0 a los 6 años no puede ser entendido como
algo que le condiciona, sino como algo que el niño va a ir produciendo a través de
su deseo de actuar sobre el entorno y de ser cada vez más competente. El fin del desarrollo motor es conseguir el dominio y control del
propio cuerpo, hasta obtener del mismo todas sus posibilidades de acción. Dicho
desarrollo se pone de manifiesto a través de la acción motriz, la cual está
constituida por movimientos orientados hacia las relaciones con el mundo que
circunda al niño y que juega un papel primordial en todo su progreso y
perfeccionamiento, desde los movimientos reflejos primarios hasta llegar a la
coordinación de los grandes grupos musculares que intervienen en los mecanismos
de control postural, equilibrios y desplazamientos. La mejora motriz está sujeta a
las cuatro leyes del desarrollo: Ley céfalo-caudal, Ley próximo-distal, Ley de lo
general a lo específico y Ley del desarrollo de flexores-extensores. Y el desarrollo, a su vez, tiene una serie de características que losingularizan, causales de que tanto él mismo como el perfeccionamiento motriz
dependan de la maduración y del aprendizaje, ya que para que se produzca un
aprendizaje en la coordinación de movimientos es preciso que el sistema nervioso y
el sistema muscular hayan conseguido un nivel idóneo de maduración.

A los tres años el niño sabe correr, girar, montar en triciclo, echar el balón. A los
cuatro años salta a la pata coja, trepa, se puede vestir y desnudarse solo, atarse los
zapatos, abotonarse por delante…Los avances “manuales” también son
destacables: uso de tijeras, mayor habilidad en el dibujo… A los cinco años gana
más aún en soltura: patina, escala, salta desde alturas, salta a la comba… Entre los
cinco y los seis años se puede decir que el niño puede hacer físicamente lo que
quiere, dentro siempre de sus fuerzas y posibilidades. Hacia los seis años esa
espontaneidad, de la que ha hecho gala el niño hasta esta edad, se desvanece.
Ahora lo que pretende es demostrar sus habilidades, medirse, hacerse valer, en
resumen, afirmarse. Se podría decir que en este punto el proceso de adquisición o
formación de las habilidades motrices básicas tocaría su fin pues como se ha dicho
las habilidades motrices básicas ponen las bases a los movimientos más complejos
y complementados, ahí estaríamos hablando ya de habilidades deportivas.

Llegado a este punto, hay que una breve referencia al desarrollo psicomotriz del
niño. Los estudios sobre el desarrollo humano nos muestran la gran importancia que
adquiere el papel de la motricidad en la construcción de la personalidad del niño.
Los trabajos de Piaget (1968, 1969), Wallon (1980), Gesell (1958), Freud (1968),
Bruner (1979), Guilmain (1981), Ajuriaguerra (1978), Le Boulch (1981), Vayer
(1973), Da Fonseca (1984, 1988 y 1996), Cratty (1990), Gallahue y McClenaghan
(1985), y Lapierre y Aucouturier (1995), sobre los distintos ámbitos de la conducta
infantil, han contribuido a la explicación de cómo a través de la motricidad se van
conformando la personalidad y los modos de conducta. Ahora bien, estos mismos
estudios ponen de manifiesto que la conducta humana está constituida por una
serie de ámbitos o dominios, ninguno de los cuales puede contemplarse sin la
interacción con los otros: El dominio afectivo, relativo a los afectos, sentimientos y
emociones. El dominio social, que considera el efecto de la sociedad, su relación
con el ambiente, con sus compañeros y el adulto, instituciones y grupos en el
desarrollo de la personalidad, proceso por el cual cada niño se va convirtiendo en
adulto de su sociedad. El dominio cognoscitivo, relacionado con el conocimiento, los
procesos del pensamiento y el lenguaje y el dominio psicomotor, que alude a los
movimientos corporales, su concienciación y control.
Para concluir resaltar que, en este ámbito científico, Howard Gardner (1983)
publica su teoría sobre las inteligencias múltiples, para destacar el gran número de
capacidades humanas. Ocho son las inteligencias que Gardner identifica, una de las
cuales es la inteligencia kinésico-corporal, que tiene dos características
fundamentales: el control de los movimientos del propio cuerpo y la capacidad de
manejar objetos muy hábilmente. En el ser humano estas cualidades tienen una
base genética y otra de entrenamiento, de práctica.

“El deber ser sobre el ser” es un giro reflexivo de pensamiento filosófico tratado siempre con singular miramiento, a pesar de ello con carente juicio deontológico la izquierda política lo ha tomado como piedra angular de su mandamiento ético y fondo de razonamiento dogmático, manejando marcos teóricos preconcebidos acerca del entorno y cómo deben asimilarse sus cambios, a qué ritmo, además de hacia dónde deben estar orientados.
El anhelo máximo de la izquierda es tener el control del cómo, cuándo, dónde, velocidad y dirección de las mudas sociales. Tiene un marcado desprecio existencial por todo tiempo presente y oposición obstinada por la noción de resultado o devenir como fruto cronológico de la suma de acontecimientos imperfectos, aunque perfectos en tanto que humanos. De forma premeditada su objetivo es que el entramado social se parezca más a lo que considera políticamente correcto según su estimación ideológica. Sus facultades de raciocinio propositivo se guardan en el a priori, cuando en el a posteriori se limita a la deconstrucción y sabotaje de lo coetáneo. Con este ciclo de razonamiento entablado procura cambios sociales por medio de normativas jurídicas aplicadas desde el Poder Público, autoritariamente, haciendo una deliberada abstracción de la cultura y del ser humano como sujeto constructor de la misma.

La izquierda resulta, en términos generales, altamente manipuladora y especialmente ruin con todo elemento, de cualquier tipo identificado por ésta como adverso. Provoca daños estructurales en las sociedades donde llegan a convertirse en Ley sus proyectos de agenda política. Pretende una celosa apropiación de sentimientos, valores y circunstancias sociales como son la diversidad, justicia social, hasta el amor, etcétera, en busca de recursos discursivos y clientelismo electoral. De manera sistémica, en los distintos países del mundo, tiene como objetivo refrendar varias y variadas legislaciones que cumplan su voluntad de “nuevas normas sociales para la cultura”. Es común que desde el Poder Público ponga en marcha mecanismos coercitivos para la obtención de resultados en el corto plazo, con justificación de una arrogada autoridad moral sobre el resto del espectro político-ideológico y en última instancia de todo individuo del contexto nacional en donde desempeñe estos mismos mecanismos.

La izquierda, llámese: socialismo, comunismo, progresismo, cooperativismo, etcétera, tiene muy dentro de su ideario y proyecto político el concepto de revolución.  Citando a la mente nodriza de la izquierda, Karl Marx: “No hay revolución sin violencia”. Esta frase de Marx da mucho de sí para entender las arriesgadas lógicas izquierdistas que, sin mayor complejo, persiguen la muerte del entramado social tal y como se ha venido trazando hasta nuestros días, de manera natural.

Hasta el desplome de la U.R.S.S, la punta de lanza de la izquierda internacional fue un modelo de desempeño económico de vías distintas y presuntamente más justas al mayoritario en las economías de mundo. Ambos esquemas, sin embargo, se condujeron por la misma noción de desarrollo: producción, consumo y acopio, es decir riqueza por acumulación. En palabras de un declarado izquierdista, cómico de televisión: “Con la caída del Muro de Berlín la izquierda se quedó sin modelo, así que desde entonces se han profesionalizado”. De manera que, con el Telón de acero cayó también la presuntuosa demostración izquierdista de un esquema social-comunista de crecimiento económico; que terminó implosionando de manera oficial en diciembre de 1991. Al tiempo de ocurrido aquello, el Capitalismo, con sus propias imperfecciones, ha seguido desarrollando formas de cumplir con las diferentes necesidades del conjunto de la población, unas veces con más éxito que otras, pero de manera sostenida en el largo plazo. Esto es abiertamente verificable.

No hay progreso social sin previo progreso material. La Historiología es testigo de ello con evidencias documentadas desde incluso antes ocurrido el sedentarismo antropológico, sucedido alrededor de la región del arco mesopotámico hace más o menos 10k años. La palabra “progreso”, especialmente desde la Revolución industrial, ha estado orientada a la descripción de la forma en la cual las sociedades cambian su realidad económica y su entorno natural, prosperando y acomodándose. El uso de modernas tecnologías industriales de trabajo permitió a la civilización experimentar, desde el periodo Neolítico, la mayor transformación económica y social en toda su existencia.

El progreso social se logra solo mediante progreso material. No en sentido contrario. Dicho llanamente, el “progreso” se logra con “progreso”. A manera de ejemplo, la división del trabajo entre sexos ha sido marcada a lo largo de la historia humana por factores externos, de todo tipo, que han pautado la necesidad de tener maneras diferenciadas para cada sexo de cómo interactuar con el entorno. En la actualidad, sin embargo, este reparto total o parcial de roles de género tiende a ser legítimamente opcional. Ha quedado como una elección libre y voluntaria de las personas o en general a necesidades coyunturales mucho menos urgentes que la supervivencia de la especie, algo que a día de hoy, en muchos sentidos ha sido asegurada. La tecnología en todos sus campos ha hecho que la sociedad pueda permitirse variaciones consecuentes y  prestar atención a asuntos que previamente no hubiesen podido ser ni siquiera considerados.

El Progreso material es impostergable e intransferible en el orden causal del progreso social. La izquierda, sin embargo, ha puesto empeño en tergiversar esta causalidad definitoria y antropológica de la palabra. Ha hecho un deliberado apropiamiento lingüístico del vocablo “progreso”, y lo ha convertido en su bandera de doctrina filosófica, ética y económica, dada a llamarse: “Progresismo”. Con esta customizada idea de “progreso”, la izquierda se desentiende del avance material como el único agente de perfeccionamiento práctico que tiene el ser humano. Lo que hace es crear un pensamiento en donde traza una sociedad de humanos separados de su talento creador y experimental, sugiriendo al ejercicio filosófico y la construcción abstracta como principales motores de transformación social. Es así que el Progresismo es una figura política muy atractiva, no obstante irrazonable, pues persigue el progreso social ilimitado fruto de la cimentación metafísica del pensamiento ideal y no de la praxis materializada en resultados patentes. La sola pretensión de un progreso social indefinido, independientemente de la manera que esté buscado, hace al Progresismo tan injustificado, absurdo y hasta sospechosamente infantil.

Esta manera tan característica de la izquierda de rebuscar en la imaginación propia formas de evolución “alternativas” para el avance social ilimitado, hace que encuentre conflicto constantemente con lo previamente establecido de manera resultante y pragmática por la misma sociedad para la cual busca caminos simplificados. Karl Marx dejó hechos una serie de manifiestos en donde fundamentalmente plantea al Materialismo dialéctico -lucha de clases- como la principal fuente de cambio definitivo hacia una sociedad justa e igualitaria. Este es el único medio real para Marx de extinguir la desigualad social.

Con la Revolución Industrial se multiplican y crecen exponencialmente los núcleos urbanos. Prolifera la industria y nace la burguesía, los propietarios de las nuevas fábricas. Marx indica que el trabajador urbano de esas nuevas fábricas o proletariado, tiene el destino manifiesto para alzarse violentamente en una revolución contra la clase burguesa que lo oprime. Karl Marx no solo hace apología de la violencia como medio práctico, además la legitima e indica como el único camino hacia el efectivo empoderamiento social del proletariado, especialmente vulnerable ante los mecanismos coactivos de las sociedades post-industriales, como la policía, ejército o cualquier fuerza disuasoria que proteja la propiedad privada y los medios de producción en particular.

Cuando el comunismo marxista y no marxista se define como la doctrina sociopolítica que promulga la propiedad y administración de los medios de producción por parte de las clases trabajadoras, está oficiando implícitamente la necesidad del mantenimiento de un estrato social indispensable: el proletariado; cuya movilidad social debe ser fijada por defecto, ya que de sucederse un reposicionamiento colectivo ascendente se rompería con planteamiento del sistema, destruyéndose de esta manera la preconcepción ideal comunista de un proletario orgulloso y satisfecho; de carácter inhumano, que pasa por alto la naturaleza del ser cuya necesidad de flujo y oscilación termina por contraindicar cualquier hipótesis donde la primacía de seguridad haga detrimento exacerbado de la libertad, programa fundamental de la izquierda en todas sus formas, incluidos el socialismo y el progresismo.

El Principio de razón suficiente -según el cual todo lo que ocurre tiene una “razón suficiente” para ser así y no de otra manera- indica que el comercio introduce tantos cambios sociales como la tecnología, y que estos son además profundos, siendo en ambos casos permanentes en cuanto no haya un retroceso de las mismas. De sucederse una marcha atrás en alguna de las dos, o en ambas, el conjunto productivo de una sociedad deberá realizar ciclos de acumulación de recursos para volver a impulsar alcances de volumen comercial y avances tecnológicos. Independientemente de cuanta sea la demanda comercial, sin tecnología el comercio no puede desempeñar su potencial.

Comprender una sociedad solo es posible con el entendimiento de su trabajo y el producto del mismo. Se conoce que el abandono del feudalismo principalmente se debió a los nuevos desarrollos técnicos alcanzados por ese entonces, como herramientas para una agricultura más productiva, lo que a su vez dio lugar a una mejora en la ganadería, etc. Para finales de la Alta edad media, aconteció el surgimiento del Nuevo hombre: el comerciante. Hasta una vez superada la etapa feudal las sociedades estuvieron orientadas hacia una economía de subsistencia. La producción del suelo era realizada con herramientas que solo facilitaban la cosecha de alimentos suficientes para el consumo inmediato del trabajador de la tierra y por su puesto el dueño de la misma. En este círculo de producción justa y consumo inmediato, era normal que sobrase apenas un mínimo de alimento no consumido, conocido también como superávit interno de producción agraria, el cual era destinado al intercambio comercial en los mercados de feudos generalmente colindantes.

Conforme la continua obtención de nuevas tecnologías, el consumo interno de las economías feudales se notaba superado en relación a la producción, ampliándose paulatinamente el superávit productivo, llegando a ser significativo. Esto daba un lugar cada vez más importante al comercio cercano, haciéndose cada vez más lejano, multiplicándose así mismo los comerciantes, pasando a ser -el comercio- de una actividad ocasional, a un nuevo oficio sustentable. Esto eventualmente puso fin a las sociedades clerical-militares, aquellas en donde la movilidad social ascendente estaba sujeta solo a tres instituciones: la Iglesia, el Estado y el Ejercito. Con el nacimiento de la actividad comercial de grandes volúmenes, nace también la situación de que el comerciante puede prosperar de forma autónoma, sin pertenecer a instituciones jerárquicamente verticalizadas, que además demandan adoctrinamiento. De tal forma que el Nuevo hombre pudo no solo enriquecerse, sino además tener libre pensamiento.

La transformación real de la cultura se ha dado generalmente de manera espontánea y desligada de cualquier superestructura estatal, canalizada por figuras históricas y personificadas por líderes que responden a tendencias populares y comúnmente mayoritarias de la sociedad civil. Dicho de manera parecida, los cambios culturales profundos son aquellos que normalmente se dan en respuesta a motivaciones de una mayoría social que evalúa positivamente la posibilidad de llevar a cabo aquellos cambios, sin verse comprometida su seguridad ni perjudicada su libertad al largo plazo, aunque en el plazo inmediato puedan ser duras y costosas. Como son los casos de la Revolución Industrial y francesa, ambas de germen espontaneo. Mientras por otro lado, las revoluciones de escritorio como las que pretende la izquierda, son siempre inconvenientes y de pobres resultados. Esto da para concluir que los cambios prudentes y sensatos en una cultura se gestan en las bases sociales, no en las élites y mucho menos desde las instituciones de gobierno.

La conflictiva relación entre libertad y seguridad es tan antigua como la conciencia humana. El brillantísimo pensador contemporáneo Antonio Escohotado justifica ampliamente que en un principio la gran meta individual del ser humano es la libertad, pero posteriormente a la persona le surge la interrogante de: ¿a dónde me lleva la libertad?, entonces Escohotado indica que como respuesta a esto se manifiesta en el individuo la querencia de seguridad. Este acertado razonamiento es extrapolable a los conjuntos sociales de manera exacta. A pesar de todo, la seguridad va siempre en detrimento de la libertad, de forma coralaria. Un ejemplo sencillo es un perro que está seguro dependiendo de su amo, pero técnicamente es menos libre; por el contrario, un lobo es totalmente libre, pero técnicamente se encuentra inseguro. Así la condición de seguridad viene ligada a la dependencia. El asunto de la izquierda es la seguridad por dependencia.

En política, independientemente del prisma desde el que se mire, la dicotomía libertad-seguridad es de alta complejidad al momento de hacer una aproximación en donde ambas no se vean perjudicadas; sin embargo, hay una tercera variable que es lo que causa desbalances al equilibrio de manera constante, ese es el comercio, por los cambios sociales que éste introduce. Es así que la relación política entre Estado y comercio es fundamental para un gobierno al momento de establecer lineamientos futuros para la sociedad y el propio gobierno.

Desde que se fundamenta la civilización humana, ésta ha visto la necesidad de crear una superestructura que administre el producto de su trabajo. Nace entonces el Estado, teniendo un gobierno que lo presida. El propósito del Gobierno es claro: la administración política del Producto social. Es así que las normativas que la administración indique pueden ser más o menos intervencionistas con el comercio interno y externo de la sociedad que gobierne. La izquierda contemporánea, dicho en términos abarcativos, tiende a prácticas tentativas contra la libertad de los flujos del comercio en pro de seguridad social.  Esto se traduce en una serie de medidas restrictivas para el comercio en términos de volumen, tipo, especie, etc., por medio -básicamente- de tasas impositivas altas y gravámenes punitivos o multas igualmente elevadas, logrando con esto dos cosas: recaudación fiscal agravada y desmotivación del comerciante.

Un gobierno de estas características busca mantener el control económico sobre la esfera privada, teniendo para sí mismo un poder mayor conforme más control tenga del comercio. El argumento principal de la izquierda para llevar a cabo estas prácticas es el de una redistribución de la riqueza, siendo el Estado el encargado de hacerlo por medio de toda clase de cobertura social, y de las llamadas “políticas estatales expansivas”. Para ello el Estado deberá elevar la inversión pública, ampliar el tamaño estatal por medio de la contratación de nuevo funcionariado, a su vez esto causa inevitablemente un incremento de la burocracia, ralentizando los trámites para la esfera privada; así el comerciante o empresario se desincentiva más todavía y con esto el Estado obtiene participaciones mayores en la economía de manera directa. Por consecuencia se convierte en un “Estado empresario” que invierte en los sectores económicos que considera adecuados, contrata grandes cantidades de personal para la administración organizacional y compite prácticamente con la empresa privada, teniendo siempre la ventaja de ser empresa y Estado al mismo tiempo.

Un Estado tan participativo de la economía es contraproducente. La productividad de una empresa privada es siempre más alta que la de una empresa pública, esto resumidamente es porque el empleado público desadvierte el sentido de competencia.  Los niveles de excelencia y productividad de un empleado de empresa privada están constantemente puestos aprueba, entre otras cosas porque el mercado laboral es altamente competitivo, esto hace que se produzca un sentimiento en el empleado de auto exigencia y conciencia laboral superior en relación a sus pares del sector público. La empresa pública tiene mucha menos supervisión y auditoria, el carente animo de excelencia es por falta competencia y sentido de supervivencia empresarial.  Una empresa privada reconoce la relación riesgo-beneficio, una pública casi nunca, ya que se maneja con fondos públicos, dinero ajeno. Las razones por las cuales en una economía de mercado el sector privado trabaja mejor que el público da para un amplio apartado económico, sin embargo, de fondo todo se trata de poder; y es ahí donde la izquierda es el mismo lobo con piel de oveja de las Fabulas de Esopo.

Dicho de una manera pragmática, los modelos de izquierda ralentizan el movimiento del capital en el mercado para mermar el poder adquisitivo de la gente y fomentar el peligroso clientelismo estatal, haciendo que la población dependa del Estado, quitando así autonomía económica a los ciudadanos para asegurarse virtualmente un poder incontestable. En un Estado moderno y democrático, solo la educación, salud, servicios básicos, infraestructura, política exterior y planificación deben siempre ser de administración pública, para que la igualdad de oportunidades entre ciudadanos sea cercana, de tal manera que las personas partan siempre con las mejores oportunidades posibles de progreso material y movilidad social. En definitiva, el dicho popular no se equivoca: el Estado debe dar lugar a la creación de nueva riqueza, no repartir pobreza.

El lineamiento político máximo de la izquierda es el del ofrecimiento de seguridad, pasando la libertad a ser menos importante, llegando en su pleno desarrollo a ser incluso prescindible. Sociopolíticamente el comercio es la única vía de libertad real que tiene el ser humano, sin embargo, este emprendimiento atenta contra el sentido de seguridad no solo de sí mismo al tomar riesgos, también del resto de su comunidad al tener la posibilidad de enriquecerse, provocar desigualdad social y crear ánimo de competencia entre sus semejantes. Esto es algo para lo cual el discurso izquierdista está ampliamente preparado para procurar neutralizar, entonces acusa al comerciante de egoísta y pone en cuestión su integridad humana, usa trabas burocráticas como arma arrojadiza y suelta los perros a manera de impuestos. La izquierda se dice profundamente humanista, de estar del lado de los vulnerables y en frente de los poderosos, sin embargo, a quien hace más daño con sus costumbres económicas son precisamente a las clases pobres.

Para encantar a la gente, orquesta diatribas condenatorias hacia la clase enriquecida y sugiere que toda prosperidad es a base de robo y abuso hacia los menos favorecidos. Evoca a la revolución como mecanismo único para una realidad alternativa. Prejuiciosamente persigue el convencimiento de las clases trabajadoras de que son víctimas de un sistema que no funciona para ellos. Convierte al “sistema” en el verdugo del pobre. Fractura lazos sociales entre individuos y confunde a las clases sociales con casta, donde una persona nace pobre y muere pobre, mientras un rico nace rico y muere más rico todavía. Logra la negación entre clases sociales, luego la negación de la negación, por ultimo busca el enfrentamiento entre presuntas víctimas y victimarios y traza un panorama irreconciliable entre ciudadanos que antes apenas encontraban diferencias entre sí. Dibuja la izquierda, con ánimo de engaño, una sociedad donde la acumulación es el enemigo de la igualdad, la iniciativa es sinónimo de codicia y la competencia es falta de cooperación.

Especula con la pobreza como sinónimo de un eterno linaje de desposeídos. Resta responsabilidades de la realidad y exterioriza sus causas encontrando en el sistema una estructura de recónditas voluntades maliciosas, que se ajustan con el propósito de mantener a la mayoría de la población mundial de la peor manera posible. Politólogos como Paulo Levitsky o Gloria Álvarez, se hacen eco del psicólogo y pensador Steven Pinker para indicar que, si bien en la actualidad la desigualdad por riqueza es mayor que nunca antes en la historia, también es un hecho de que la pobreza nunca ha sido menor que en todo el tiempo de civilización humana. Así Steven Pinker analiza la realidad contemporánea y a lo largo de su obra da una objetiva antítesis a las tesis izquierdistas de que el mundo va prácticamente a peor y que el actual sistema solo sirve para hacer más miserable al miserable, cuando en realidad el mundo con el Capitalismo y la economía de mercado nunca ha sido tan pacifico, prolífico, productivo, poblado, longevo, abundante y diverso en ideas, razonamientos, preferencias, inclinaciones, etc.

La izquierda en el mundo, lejos de su proyectada imagen de desapoderada y alternativa, es muy potente e influyente, tanto que usualmente supera a cualquier organización no gubernamental en términos orgánicos y presupuestarios, tiene además altísimos niveles de aceptación entre la población joven, colma las redes sociales y los medios de comunicación convencionales, algo que ninguna estructura política o apolítica logra en el mundo, ninguna. Quizá se deba a aquel dicho de: “Si de joven no fuiste de izquierda, no has tenido corazón. Si de mayor no has dejado de serlo, es que no tienes cerebro”.

En términos de comunicación social, la corriente principal o mainstream de los medios, en todos sus tipos, es manifiestamente de lineamientos izquierdistas.   Las facultades universitarias de ciencias sociales, en occidente, especialmente las públicas, tienen una abierta inclinación por ideas de izquierda. Esto hace que la juventud en formación tienda a tener ideas transmitidas de manera supervisada en los circuitos educativos, dejando desventajosamente de lado la motivación por el libre pensamiento crítico, siendo la crítica el único medio para tener una conciencia soberana. En este sentido, el siguiente relato corto de “José y sus tres compañeros”, se aproxima al problema de la educación pública de tendencia de izquierdista, siendo la inmigración -tema favorito de la izquierda progresista- el hilo conductivo.

José y sus tres compañeros.

Una profesora de cuarto grado, en un colegio público capitalino, pide la opinión a sus alumnos a cerca de la ola inmigratoria que ha experimentado su país en los últimos años. Todos los estudiantes responden repitiendo la utopía de un mundo sin fronteras o respuestas por el estilo; sin embargo, cuatro de dieciocho alumnos muestran opiniones que -en vista de la tendencia- resultan “contracorriente”. Uno de ellos, José, parece ser el más habilidoso para responder a las subsecuentes preguntas de la profesora, que se ha quedado desconcertada con las respuestas. Conforme José responde a su profesora, sus otros tres compañeros asienten con la cabeza mostrando estar conformes con lo que dice.

La maestra procura tenerle paciencia a José, aunque sus respuestas le molestan, pues siente cuestionada su brújula moral frente al estudiantado, que no pasa ninguno los ocho años de edad. Después de cuatro preguntas conformemente contestadas, la maestra siente que José y sus “acentidores compañeros” han ido demasiado lejos en su aventura de pensar de manera crítica y distinta. Sin meditarlo más, interrumpe al joven alumno y articula su último argumento: “Josecito, estas siendo xenófobo, ¡por favor!”. El alumno inmediatamente se queda sin aire y finalmente se calla por el resto del tiempo que dura la clase, sin regresarse a ver más con sus otros tres compañeros.

Una política migratoria de puertas abiertas es uno de los principales cometidos del Progresismo. Como narra el relato, a la izquierda progresista poco le interesa si alguien pudiese guardar temores racionales hacia la inmigración, desde inquietud por la falta de empleos, hasta seguridad en general. Todo supuesto que se desmarque de lo que considera políticamente correcto es merecedor del más profundo rechazo y condena, puesto que lo etiquetará de socialmente inaceptable y tachará bajo la marca de “xenofobia”. Desmerece así cualquier premisa o demostración argumental rayándola de “fobia”. Hace notar que cualesquiera sean los motivos de la persona o personas para oponerse a la llagada de inmigrantes, siempre será -según ésta- por miedos discriminatorios e irracionales, típicos de gente egocéntrica y de intensiones caracterológicamente perversas.

Por definición una fobia es el miedo irracional, obsesivo y angustioso hacia determinadas situaciones, personas o cosas. La xenofobia es, asimismo según el Diccionario de la Lengua, el odio u hostilidad hacia los extranjeros. Lo que hace la izquierda de esta manera con la palabra xenofobia, es equiparar de manera infantil y absurda a la nictofobia -miedo irracional a la oscuridad-, con el entendible y absolutamente racional temor de perder un puesto de trabajo, consecuencia del ingreso de inmigrantes dispuestos a cobrar menos o mucho menos salario por el mismo empleo.

Aquello a las élites izquierdistas no les importa en absoluto, tampoco a sus coidearios que son generalmente estudiantes universitarios, intelectuales, jóvenes -millennials-, artistas y entre otros por el estilo, ya que la inmigración en altas tasas no atenta sus puestos de empleo especializados y cualificados, ni a su filosofía de vida; pero les da lo mismo particularmente porque reconocen tener el monopolio del voto de las clases populares cuyos empleos son de baja especialización, los cuales son las más perjudicados por este tipo de prácticas políticas.  Así, aislados por una burbuja utópica de un mundo de puertas abiertas en donde la competencia y las amenazas son conceptos antiguos, el izquierdismo más ingenuo, el Progresismo, atenta contra las sociedades desde dentro.

La utopía de esta ruidosa minoría progresista, sin embargo, la cargan sobre los hombros una mayoría silenciosa. “La mayoría es silenciosa”, es una premisa que en gobernabilidad se aprende rápido, puesto que por cada persona en las calles manifestándose, sea en contra del “odio” de las normas migratorias u otro motivo de la agenda progresista, hay mucha más gente que está trabajando o en su casa. Cada uno dedicado a lo suyo. Así, la mayoría silenciosa también se manifiesta, haciendo lo que sabe hacer mejor: dedicarse a su vida y dejar vivir. Porque para la izquierda el legítimo temor de perder plazas de trabajo a manos de extranjeros es simple y llanamente un sentimiento irracional de odio, es falta de amor, es xenofobia.

Es que el amor es la espada de lucha del Progresismo, junto -desde luego- con el agresivo uso de retórica peyorativa y atribuida superioridad humanista, esa que tanta satisfacción les motiva, pero que asimismo tanto carecen. Juegan de víctimas. Víctimas de un mundo lleno de odio y falto de amor, donde las fronteras les han separado del resto de seres humanos, sin embargo, el amor de las familias y comunidades que miran a la inmigración masiva como un problema, eso, eso ya es xenofobia, racismo, discriminación, etc.

El trasfondo de intenciones de la izquierda con políticas migratorias de puertas abiertas es más complejo que hablar de amor y acusar de xenofobia. Lo que busca es desestructurar la sociedad desde dentro, atentando contra las tradiciones y costumbres internas en pos de un mundo culturalmente homogéneo, sin identidades locales, lo cual contrasta su discurso recurrente de diversidad. Por lo tanto, con estas manifiestas contradicciones discursivas la izquierda siembra el enfrentamiento de civilizaciones, para verse beneficiada, con el mismo principio que teorizaba Marx sobre la lucha de clases o Materialismo dialectico, consiguiendo algo como una Dialéctica intercultural.

En la actualidad, el caso estadounidense es el más claro ejemplo de lo que la izquierda puede provocar, oponiéndose durante décadas a cualquier intento de contrarrestar la inmigración irregular, en nombre de un sofisticado altruismo, pero con claros intereses políticos. El cálculo sentado es que, en el mediano plazo aquellos millones de inmigrantes indocumentados se alineen políticamente con su partido. Lo que ha conseguido la izquierda estadounidense con esto, es que, en el año 2016 ese país haya alcanzado la cifra récord de trece millones de inmigrantes indocumentados aproximadamente y que llegase al gobierno un presidente de corte populista, que se dice moderado, aunque le cueste sostener esa afirmación según en qué circunstancias.

Cuando se enfoca la inmigración, desde la izquierda, como un derecho inalienable, se pervierte el sentido de la misma. La movilidad humana es circunstancial a conjeturas económicas y sociales, lo cual convierte al inmigrante en sujeto de derechos universalmente reconocidos y no a la inmigración como un derecho en sí misma. El inmigrante, por definición, está en una nación que no es la suya, sin embargo, para que tenga una adaptación a su nuevo entorno, deberá acoplarse. Esa es la única manera de que la movilidad internacional sea entendida de manera comprensiva como una circunstancia sujeta a derecho, no como un derecho per se.

Cuando un individuo se reconoce como parte de un todo, tiene el sentimiento de pertenecía y complementariedad. Entonces lleva una identidad que lo hace interactuar con su medio de una manera en la que contribuye en el engrandecimiento del conjunto, en beneficio del resto, pero particularmente del suyo. Esto es así por el carácter social del ser humano, independientemente del grado de sociabilidad que tenga cada individuo. Esta característica de comunidad, hace que el trabajo individual y colectivo construya a la cultura, que toma forma de modo inherente. Es así que la cultura es la figura que toma el agrupamiento de tradiciones, creencias, valores, etcétera, de un universo social que trabaja en beneficio propio y correlativo. Siendo ésta -la cultura- el vértice unitario de una nación.

La izquierda, con una clara conducta antisocial, que en Psicología de masas se la podría catalogar de patológica por el desprecio a lo existente, busca la desfragmentación social por medio del señalamiento de que las culturas están constituidas de forma errada. Errores corregibles a través de la efectiva puesta en marcha de teorías dadas por ella como ciertas. La Teoría del género, por ejemplo, cuyo contenido no es en su totalidad demostrable, la izquierda la ha tomado como inequívoca y verdadera; según su deontológica costumbre de “el deber ser sobre el ser”.

Esta teoría, sin embargo, es de significativo valor al momento de considerar la naturaleza de las diferentes identidades o inclinaciones sexuales que pueda tener un individuo. Por otro lado, desacierta cuando desliga de fondo al componente biológico de las personas con sus competencias y características comportamentales.

La Teoría del género sostiene, en términos generales, que en un individuo el sexo y género son dos conceptos relacionados, pero distintos. A breves rasgos el primero se refiere a la constitución biológica del sujeto y el segundo al reconocimiento individual respecto a su identidad y orientación sexual. Esto da una perspectiva ampliada a la sexualidad del individuo, franqueando el concepto binario de hombre-mujer y dando paso al reconocimiento de una serie de otras configuraciones orgánicas, que pudieran ser igualmente normalizadas como: la transexualidad, hermafroditismo, intersexualidad y entre otras condiciones biológicas de nacimiento o adquiridas. Se reconoce asimismo a una extendida gama de orientaciones sexuales cuyas configuraciones no siempre priorizan la finalidad reproductiva, sino más bien dan crédito de la libertad con la que el ser humano puede manejarse en la modernidad. A manera de ejemplo: alguien que se identifica genitalmente como intersexual, pudiera tener una inclinación de preferencia hacia los hombres, mujeres, ambos o ninguno. En definitiva, esta teoría reconoce al humano como un ser múltiple, lo cual, para satisfacción de personas de colectivos minoritarios, y del conjunto social en general, es de gran importancia para la integración de todo individuo en un marco de respeto e igualdad de reconocimiento.

Por otra parte, esta teoría, a pesar de ser proba y exitosa en términos de legitimación social de las diferentes identidades sexuales, tiene menos auge al indicar de manera hipotética que: el carácter, temperamento y toda forma de interacción que tiene el individuo con su medio, es consecuencia del entorno cultural y básicamente pedagógica, en lugar de, por atribuciones particulares vinculadas al acondicionamiento físico de las personas. Identifica también que la carga hormonal entre personas de diferentes características orgánicas es distinta, pero sugiere que cualquiera sea la configuración fisiológica de un individuo, éste no actúa en base a reflejos hormonales ni biológicos sino más bien a imposiciones arbitrarias del contexto social por segmetarización atávica de los géneros. Sostiene que la masculinidad y la feminidad no son consustanciales al sexo, sino más bien, el producto de una construcción sociocultural milenaria, en tanto que desmontable. Deslegitima cualquier axioma de diferencia constitutiva, para la interpelación de competencias y destrezas de los individuos.

Como su nombre lo indica, ésta es una teoría, siendo la misma abiertamente refutable. Sin embargo, la Teoría del género alcanza altas tazas de aceptación, cala hondo incluso en organismos supranacionales, de los más importantes y organizaciones no gubernamentales de todo tipo. Esto es una muestra palpable de que la izquierda tiene un amplísimo campo de acción a nivel global, sin ser noticia de que la propia Organización de las Naciones Unidas haya caído en la ideología de izquierda, desde los años 60 hasta hoy.

La primacía del ámbito público sobre el privado, es un concepto no puramente económico, es desde luego también la forma que tiene la izquierda de tutelar a la sociedad en su manera de pensar y actuar, completando así su dominio sobre el Estado y el pueblo.  La izquierda usa la Teoría del género como tesis para cuartar el ámbito privado de los individuos, desde los espacios laborales, hasta dentro de los propios núcleos familiares. El valor del respeto ha sido siempre el principio tradicional por el cual las sociedades han procurado llevar la convivencia, a pesar de esto, la izquierda busca el reemplazo de la idea de “respeto” por la de “tolerancia”, vinculada a la teoría del género, para re-normativizar la convivencia social.

El respeto, como valor tradicional, tiene un esquema de corresponsabilidad, en donde todas las partes han de practicar el respeto mutuamente. La tolerancia, por otro lado, implica que la presión del respeto recaiga en un solo lado: la parte tolerante. El Diccionario define a la tolerancia, en su primera entrada, como: “respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás”. El concepto que busca instaurar socialmente la izquierda, atreves de la tolerancia es: el respeto de la presunta parte tolerante hacia las opiniones o prácticas de la presunta parte tolerada, independientemente de si estas se producen en un marco de respeto o incluso de derecho. Al poner la presión de respeto en una parte y no en todas las partes, se busca la victimización del sujeto exigente de tolerancia, a razón de sus diferentes condiciones de presunta vulnerabilidad, y la estigmatización del intolerante, como irrespetuoso o incluso contraventor.

Se puede concluir en que la izquierda da lugar a que las colectividades sociales vulnerables, como grupos GLBTIQ, etc., asuman que sus derechos son más importantes que los del resto, aun siendo formalmente los mismos. Por ejemplo: el del uso del espacio público, acceso a la salud, etc. Esto es una forma de victimización infundida desde la izquierda más sarcástica, de los colectivos minoritarios con el propósito de crear conflictos de convivencia, para ser ella la titiritera del teatro social resultante.

La izquierda ve también a la mujer como una suerte de lotería política, donde asimismo en base a la Teoría del género, busca la profunda victimización retroactiva del universo histórico femenino, indicando como su victimario al elemento masculino, haciendo abstracción de las circunstancias históricas mundiales de desarrollo material, práctico y económico. Con esta visión parcializada de la historia humana, la izquierda sugiere una peligrosa solución: la “Discriminación positiva”.

La mujer como conjunto, en el año 2015 (último dato) representaba el 49.55 por ciento de la población mundial, según datos oficiales del Banco Mundial (ver sitio oficial), lo cual traducido a términos prácticos es la mitad de la población, sin embargo, se considera grupo vulnerable por su condición de género. La Discriminación positiva, es la solución política que ha encontrado la izquierda para aplicar normas institucionales, desde el Poder público, que favorezca el desempeño general de grupos sociales identificados como minoritarios o vulnerables.  Esto hace que grupos ajenos a esta condición sean discriminados “positivamente”, y reciban menor o nula atención por parte del Estado. Este tipo de políticas, una vez instauradas por la izquierda, cuando tiene la oportunidad de hacerlo, no son derogadas por las otras posiciones del arco político-ideológico, ya que requeriría un coste político muy importante. La Discriminación positiva tiene también un alto grado de popularidad en el sector organizacional de la esfera privada.

En esta misma línea, el aborto, desde la óptica izquierdista es un derecho femenino fundamental, resultante de las distintas “olas del movimiento feminista”, denominadas así por los estudiosos en temas de género. Formalmente el Feminismo es el movimiento sociocultural que busca la igualdad de derechos y oportunidades entre los géneros, sin embargo, la izquierda busca una apropiación del término para prostituirlo y convertirlo en algo que difiere de su definición original y su lucha. El argumento estrella de la izquierda progresista es que la gestación humana sucede dentro del organismo de un individuo femenino, por lo tanto, solo éste se encuentra facultado para decidir respecto a si la gestación ha de “continuar” o se ha de “interrumpir”.

Los progresistas de base o militantes, en sus manifestaciones callejeras o en redes virtuales, suelen proceder con lemas que serán transcritos algunos de los más representativos, con el fin de dar al tema un tratamiento contextualizado: “Aborto libre y gratuito, trágate tu pito”, “Te alboroto con mi aborto”, “Menos patriarcado y más matriarcado”, “Sí, soy puta, mi cuerpo, mis reglas”, y uno de los más originales: “Saquen los rosarios de nuestros ovarios”, entre otros.

Cuando hay falta de razón, sobra agresividad, y es que el aborto como política pública, independientemente de juicios individuales, es errado desde su planteamiento, ya que el feto es portador de un ácido desoxirribonucleico (ADN) distinto al de la Madre, por tanto, un código genético independiente. Lo que se gesta en el embarazo, dentro del cuerpo femenino es técnicamente un individuo autónomo-dependiente, un huésped; legítimo sujeto de derechos, aunque la izquierda atente en contra normativizando lo contrario. De tal manera que el feto no forma parte del cuerpo femenino, como pudiera ser un riñón o un pulmón. El aborto no puede ser tomado como una política publica para fines de “empoderamiento femenino”, control demográfico, ni cualquier otro móvil que pudiese poner en riesgo al primordial de todos los derechos: la vida. Sin embargo, en el mundo existen legislaciones que permiten el aborto bajo tres supuestos: riesgo de vida de la madre, violación sexual e inviabilidad de la vida del no nacido. Estos tres casos son razonablemente tomados en cuenta, ya que cualquiera de ellos son en principio circunstancias ajenas al deseo de un individuo en sus plenas facultades mentales.

La izquierda es técnicamente criminal, es de alto riesgo. La Teoría del género le ha servido de gran ayuda para volver a la palestra de la política mundial, luego de haber perdido su dogma e identidad con la caída del muro de Berlín.

El imaginario colectivo dibuja un panorama del espectro político donde se coloca a ciertos valores, intereses, usanzas, tradiciones, razonamientos, etc., hacia la izquierda o derecha política; casi sin ningún filtro de análisis crítico, con base en prejuicios adquiridos a lo largo de la experiencia particular, especialmente durante la vida temprana del individuo. Se tiende a la asociación del poder con la derecha y al vulnerable con la izquierda. Esta asociación irreflexiva, casi mecánica, está socialmente interiorizada de manera tácita. Estos atisbos de razonamiento anafórico son arrastrados por las sociedades junto con la perenne conservación de los llamados “poderes facticos”.

La izquierda política nace como consecuencia de la Revolución francesa. La Ilustración se acentúa fuertemente en las universidades como la norma de pensamiento de las ciencias sociales.  Poco después, Karl Marx indica que la filosofía debe evolucionar de ser una materia de descripción de la realidad, a ser constructora de la misma. A partir de entonces la izquierda toma por bandera la idea de «El deber ser sobre el ser», el cómo deberían ser las cosas, a en realidad como son. Incluso la izquierda más especializada lleva estos razonamientos de forma retroactiva, es decir, cómo debieron ser las cosas, a como fueron. Una de las aristas más activas de la izquierda actual es la del revisionismo histórico.

Fruto de este constante “desenterramiento de la historia”, por parte de la izquierda, es que controvertidos personajes históricos como la figura del Che Guevara gozan de un alto grado de reivindicación histórica, especialmente por parte de pensadores y autores de la izquierda más ensimismada.  El revisionismo histórico es la incesante voluntad de reclamación política con intereses revanchistas, que perjudican a la paz social.

Dudar de la buena voluntad de la izquierda política resulta fácil, es hoy una un conjunto de teorías que se alejan de la realidad y en ese camino arrastran a muchas conciencias necesitadas de respuestas adecuadas para una vida que se complica cuando se toman los caminos equivocados. Dicho brevemente, el centro político, por otro lado, es considerablente menos perjudicial que la izquierda.

Si hemos de estar sentados en una sala de espera por dos horas, lo que seguramente ocurra es que, alternadamente, nos iremos apoyando hacia los lados del sillón según se nos vaya cansando la postura. Lo inusual sería estar en el centro todo el momento, sin el apoyo de ninguno de los extremos. En política ocurre lo mismo.

La pregunta para la que se prepara, sin quedar satisfecho nunca, un político de centro es: Bueno, ¿pero es usted de izquierda o derecha?; y es que no hay forma de que la respuesta sea corta. Eso es un problema, porque la gente cuando de política se trata agradece no ser mareada con estupendas y largas exposiciones. Se precisan siempre contestaciones sustanciales, especialmente cortas. Lo complicado de lograrlo está precisamente en el planteamiento de “La sala de espera”.

“La sala de espera” recoge lo que figuradamente sería el comportamiento corriente de una virtual mayoría de personas en aquellas circunstancias.  Muestra la más natural de las conductas probables. Prueba que el apoyarse en alguno de los dos extremos del sillón o alternar entre ellos es la opción más factible para una persona cumplir el ciclo de espera supuesto de manera llevadera. Está el factor tiempo, dos horas, como actor de desgaste que favorece la teoría de que el ser humano acostumbra, por razones universales, a finalmente servirse de los extremos y entonces encontrar el centro como el resultado de fuerzas opuestas negándose en dialécticas de poder, no como un estado absoluto. Dicho de otra forma, el centro es figurativo, no es conseguible en dinámicas altamente variables como la política, porque no existe, pero es calculable. Desde luego el lenguaje es prueba de ello.

Para la existencia de un concepto llevado al lenguaje debe haber otro como referencia, esto es porque la relatividad del razonamiento es la piedra angular del pensamiento humano, de tal manera que no hay izquierda sin derecha, pero algo más complicado lo tiene el centro, ya que tanto izquierda como derecha son lingüísticamente realidades absolutas, el centro sin embargo es una realidad construida a partir de las dos anteriores, es una realidad virtual, resultante.

Esto hace que el centro político descanse bajo la falta de perspectiva metodológica en el mediano y largo plazo, ya que se lo puede más o menos encontrar como fruto de una observación inmediata de los tiempos políticos, de una forma casi fotográfica. Sin embargo, el tiempo no se pausa, realmente corre como una película en marcha, lo que imposibilita hallar un centro en movimiento y que éste se mantenga de corrido. Es así que en el corto plazo el centro político deberá siempre irse reposicionando hacia las posiciones modulares tanto de izquierda y derecha, que también se acoplan a las circunstanciales variantes de los tiempos políticos, sin embargo, estas dos por definición son siempre direcciones opuestas y por lo tanto esencialmente las mismas, ya que se definen entre sí. Esto hace que al centro se lo vea como políticamente insustancial e insostenible, carente de una “metodología fuerte” para la resolución de sistemas propios de proyección política.

Dicho de otra forma, la izquierda puede ser lejana o cercana, extrema o moderada, pero izquierda después de todo, la derecha igual, el centro no. Esta imposibilidad del centro de definirse a sí hace que políticamente sea una posición de “metodología débil” y en última instancia escasa en facultades de gobernanza.

La derecha política da para un extenso apartado. En resumidas cuentas es tan peligrosa como la izquierda si no es medida y políticamente responsable, quedando entonces la centro-derecha como la única opción sensata y llevadera de avance colectivo, tanto en lo material como en lo social, ya que la misma goza de un componente conservador, que cuando es tomado de forma moderada resulta altamente efectivo para el desarrollo de las sociedades.


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